Todos nacen con la capacidad de pensamiento independiente. Es necesario para lo básico de la supervivencia. No puedes cruzar la calle sin que te aplaste un vehículo a toda velocidad si no puedes procesar la información sensorial, hacer referencia a un modelo mental del mundo y luego actuar según esa información.
Las escuelas y otras instituciones modernas tienden a capacitar a las personas para que difieran de los pensamientos y observaciones de los demás.
En el mundo real, hay pocas respuestas “correctas” a los problemas. No hay una “respuesta correcta” para “¿Cómo se mueven tres toneladas de arrabio de Frankfurt a Berlín?”
Quizás sea más económico que una compañía mueva el hierro en tren. Un individuo podría ser mejor con un tractor-remolque. En el siglo XIX, la respuesta correcta podría haber sido usar bueyes tirando de un carro. En el siglo 23, quizás sea más barato lanzarlo a través de un tubo magnético o algo así.
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En las escuelas, los estudiantes aprenden a seguir el dictado, estudiar libros de texto y devolver las respuestas que esperan que el maestro quiera de ellos. Utilizan fuentes secundarias o terciarias y pueden leer versiones resumidas o censuradas de libros.
Todos comienzan con la capacidad de pensamiento independiente. El estado a menudo lo entrena fuera de las personas para que sus modos de pensamiento se subordinen a quien tenga autoridad sobre ellos.
Los pensadores independientes no son necesariamente más inteligentes o más capaces que aquellos sin esa capacidad, pero son más adaptables a las condiciones cambiantes. Un caballo salvaje puede no correr tan rápido como un caballo de carreras, pero el pura sangre muere sin el apoyo de sus amos.