En 1969, en la Estación Naval de Yokosuka, Japón, conocí a Paul von Hornlein, uno de mis compañeros de cuarto. Me contó su historia familiar.
En la Dinamarca del siglo XIX, los von Hornleins eran una nobleza menor, y estaban muy a cargo de un prestamista judío. Von Hornlein hizo un trato con el prestamista judío: su hijo mayor se casaría con la hija del prestamista. El hijo se convertiría al judaísmo y juraría criar a sus hijos judíos. Todo esto se haría en secreto.
Todo funcionó según lo planeado. Poco después de la muerte del mayor von Hornlein, la familia se mudó a Holanda. Con la ayuda de más miembros de la familia judía, los von Hornleins crearon un pequeño banco. Exteriormente protestante, el banco prosperó.
Durante la Gran Depresión, la familia embargó en una gran plantación en la holandesa Indonesia. Los von Hornleins enviaron a uno de sus familiares a administrar el lugar. Los holandeses eran tan racistas como cualquiera. Tenían tiendas blancas, baños y todo lo que puedas imaginar.
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Cuando los japoneses atacaron Peal Harbour, el segundo hijo de von Hornlein se había enamorado de una niña nativa. Cuando los holandeses comenzaron a evacuar Indonesia, el segundo hijo se casó con su amor, en lugar de dejarla atrás.
La familia se estableció en California y solicitó la ciudadanía estadounidense. Fue otorgado después de la guerra. Para entonces, su hijo, Paul, había nacido.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Holanda, como toda Europa, estaba económicamente en una situación desesperada. Lo mismo ocurrió con Indonesia, donde los nativos recurrieron a la violencia para obtener su independencia.
En 1949, algunos von Hornleins de Europa comenzaron a emigrar a Palestina. Cuando conocí a Paul, él tenía familia en el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí y la Fuerza de Defensa israelí. Paul y yo éramos meros empleados en la oficina administrativa. Aun así, él sabía cosas sobre el panorama político del mundo, que me dejaron boquiabierto.