Las plantas no tienen sentidos como nosotros, por lo que sería una caracterización errónea describir las defensas como resultado de un sentido de autoconservación. Sin embargo, las plantas tienen señalización química que media las respuestas a su entorno. Si bien las plantas no tienen conciencia de la misma manera que los animales, pueden responder a los cambios en sus entornos.
Las espinas y otras defensas, como la producción de compuestos tóxicos, evolucionaron como resultado del ensayo y error. Las mutaciones que mejoraron la supervivencia se transmitieron.
Sin embargo, lo mismo podría decirse de las garras de un animal que también evolucionaron porque ayudan a un animal a sobrevivir (cazar o defender). El sentido de autoconservación de un animal es igualmente el resultado de la evolución: el instinto de evitar a los depredadores o luchar contra los rivales puede aumentar las probabilidades de supervivencia. Las garras y las espinas no evolucionaron porque la planta / animal quería sobrevivir, evolucionaron independientemente porque la supervivencia ayuda a la reproducción.
De vuelta a las plantas, cuando son dañadas por la depredación, pueden aumentar la cantidad de químicos tóxicos que producen (alcaloides, a menudo). Este es el resultado de la señalización química, no de la señalización nerviosa, pero en sentido abstracto, esto podría considerarse un acto de autoconservación.