Posible. En efecto.
Las suaves palmaditas de mamá sobre las mejillas y el pecho aún te harán arrastrar la cabeza por su regazo. Te pierdes bajo sus cálidas alas.
Cuando eras un niño, tu chachi, papá, dadi, mousi, bhai, didi y muchos otros familiares te habrían hecho dormir mientras tu madre estaba ocupada. Apuesto a que no recuerdas ninguno de ellos, excepto tu madre dándote palmaditas para dormir cantando esas melodías.
El toque de una madre es inexpresable. Mamá se quedó en nuestra alma cuando ni siquiera existíamos en el universo.
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El padre hace su viaje a nuestra vida. Más tarde, hermosas criaturas llamadas hermanos, hermanas y amigos.
Todos fueron parte de nuestros momentos de fusión de tristezas, felicidad, victorias y derrotas. Se convierte en el momento especial cuando recuerdas su toque en la espalda felicitándote, consolando, animándote y, o simplemente cuando se aseguraron de que estaban allí para ti.
Los toques están conectados profundamente en nosotros. Odias a algunos de esos. No te importan otros pocos.
Algunos se mantienen especiales. Justo como sucedió contigo. Interconectados de una manera especial.