Que tus experiencias espirituales te conviertan en una cornucopia de amor y sabiduría.
Jesús respondió bien a esta pregunta, y podemos encontrar la misma respuesta, tal vez no tan bien dicho, en otras tradiciones. “Por sus frutos los conocerás”.
Aunque Jesús dijo esto como una guía para determinar lo falso de los profetas verdaderos, existe una larga tradición de usarlo más ampliamente. Por ejemplo, Santa Teresa de Ávila fue a su mentor San Juan de la Cruz y dijo que a veces, mientras estaba en oración profunda, su mente se volvía soñadora y sin palabras, y no podía evitar que sucediera. Ella no sabía si este era un estado bendecido o un problema con la distracción.
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San Juan le preguntó cómo se sintió después, y ella habló de ser profundamente pacífica y muy cercana en la Presencia de Dios. John citó a Jesús y dijo que los frutos de ese estado de conciencia mostraron que fue una experiencia genuinamente saludable.
El mismo estándar se usa tanto en el budismo como en el hinduismo. Un estado meditativo se evalúa de acuerdo con sus resultados. Como dijo Gandhi, causa y efecto son uno. La medida clave es ahimsa, que significa tanto inofensividad como también amor espiritual. Entonces, si la experiencia es inofensiva para todos los involucrados y te deja más amoroso y más capaz de amar, entonces es válido.
Aprendí una variación de esto de Dhyani Ywahoo, un maestro de linaje cherokee nativo americano. Ella dijo que pidiera alguna enseñanza: “¿Cultiva maíz?” Es decir, ¿tiene alguna cualidad práctica, beneficiosa y nutritiva? Si es así, entonces es una buena enseñanza o una buena experiencia espiritual.