La fe es como una espada. Lo mantienes inactivo por mucho tiempo y pierde su filo. Por esta misma razón, la verdadera fe se aplica todos los días, probándose a sí misma contra los desafíos del deseo y la ignorancia, y por lo tanto fortaleciéndose a través de las luchas.
A medida que crecemos, las cosas que conocemos aumentan, y nuestras perspectivas de mirar el mundo cambian, y como buscadores, trabajamos para actualizar nuestra visión de nuestra fe.
Cuando era más joven, la fe significaba creer en el hecho de que cualquier cosa que ocurriera sería beneficiosa, y este punto de vista se originó al adoptar una postura sobre la naturaleza del dolor.
Una vez que uno cree que el dolor es un paso esencial para fortalecer el alma, comienza a utilizar el dolor para obtener una ventaja, y comienza a mantenerse distante y constante en tiempos buenos y malos. Esto se deriva del conocimiento de que las alegrías y las penas humanas son, de hecho, muy diminutas en comparación con el esquema general de las cosas, y nuestro apego a ellas es una locura. Uno llega a la conclusión de que construimos fachadas de imágenes, creyendo que los logros materiales, las penas, las victorias y las posesiones realmente importan, pero si miramos el panorama general, nuestros apegos son más construcciones imaginativas.
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A medida que uno crece, uno enfrenta pruebas de su fe. Nuevas penas, deseos y tentaciones juzgan si continuamos aplicando el conocimiento de la inutilidad de las preocupaciones terrenales. Con el tiempo, el crecimiento de la fe significa aceptar y darse cuenta del verdadero significado del dolor, y construir un frente espiritual para usarlo de manera constructiva. Para esto, el buscador examina su fe todos los días, como enfrentar preguntas en un examen difícil, para demostrar que puede aplicar el conocimiento que obtuvo. De manera similar, el proceso de enfrentar estos desafíos en sí mismo es un constructor de su fe y conocimiento espiritual.
Al igual que un organismo vivo, la fe es un proceso continuo y tiene que sobrevivir, y lo que sobrevive siempre es más fuerte. Como un fotón, la fe solo existe en movimiento. Necesita ser redescubierto y rejuvenecido desde nuevos ángulos para mantenerse relevante.