Para responder a esta pregunta, debo comenzar señalando que la base de la meditación es la conciencia inquebrantable del momento presente. En este contexto, ‘pensar’ y ‘conciencia’ son mutuamente antagónicos, porque el acto de pensar necesariamente divide la atención del meditador entre el pensamiento y la conciencia del momento presente en su totalidad.
De hecho, la meditación ‘propiamente dicha’ solo comienza una vez que la mente del meditador se ha calmado de tal manera que la ‘charla’ mental sobre las preocupaciones mundanas de la hora se ha desvanecido en el fondo, permitiendo que el objeto de meditación (conciencia) sea hábilmente captado.
Esto es mucho más difícil de lograr de lo que un no meditador podría imaginar. ¿Por qué no probarlo por ti mismo? Obtenga un reloj o mire con un segundero, encuentre un lugar tranquilo, siéntese cómodamente y mire fijamente la punta del segundero durante 60 segundos continuos a medida que avanza alrededor del dial. Si en algún momento te distrae un pensamiento, regresa y comienza de nuevo. ¡Podrías estar allí por horas!
El punto es que liberar la mente de la tiranía de la charla mental continua e inútil es una experiencia absolutamente alegre y estimulante. Lo recomiendo totalmente.
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