En primer lugar, generalmente no se aconseja pensar en sesiones de meditación en términos de un resultado (“éxito” o “fracaso”). El objetivo de la meditación es dejar de lado las expectativas durante esos pocos minutos del día e idealmente tener esa mentalidad en tu día a día.
Dicho esto, lo más parecido a lo que describiría como una buena sesión de meditación es la capacidad de cambiar su patrón de pensamiento de agitado y nervioso a calmado y ordenado. A medida que profundizo en mi práctica, tengo días en los que me siento completamente agotada y puedo calmar mi mente en unos minutos. ¿La clave? No resistir tus pensamientos, sino tratarlos como ruido de fondo. Solo deja que la mente del mono corra libre hasta que se canse, y sigue tratando de concentrarte en tu respiración.
El mayor “éxito” es cuando comienza a afectar su vida diaria, es decir. ser consciente de los pensamientos compulsivos a medida que surgen y saber cómo manejarlos. Veo la meditación como una forma de entrenamiento cerebral (al menos el componente no espiritual de la misma).
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